LA SANTERÍA Y EL SINCRETISMO EN LA CULTURA POPULAR CUBANA



DOSSIER: SANTERÍA
Con este dossier no pretendo ni ofrecer una exhaustiva visión ni explicar en profundidad en qué consiste la Santería cubana, es solo una nota informativa, un preámbulo, de un tema que, en la medida de lo posible, trataré con más profundidad y rigor documental a lo largo de este trabajo, siempre y cuando, por supuesto, sea posible en llevarlo a buen fin. Si el lector encuentra algún fallo, tenga en cuenta que, dada la complejidad del tema, es inevitable, y, por descontado, le agradeceré que lo corrija y lo amplíe con sus propios comentarios.
Los orígenes de la Santería hay que buscarlos en la tribu Yoruba, en África, los cuales tienen sus orígenes en la actual Nigeria, y cuya cuna parece ser la zona a lo largo del Río Níger. Bajo el término Yoruba se identifica a todas las tribus que hablaban una misma lengua y tenían una cultura común. El pueblo Yoruba se mantenía, en lo político, en base a una estructura organizada en una serie de reinos, cuya cabeza visible estaba ubicada en Benín.
Durante los siglos XVIII y XIX, principalmente, los Yoruba se vieron envueltos en una serie de guerras por el poder, tanto con sus vecinos como entre ellos. La consecuencia fue el desgaste de la nación Yoruba, que no tardaron en ser carne de cañón para los mercaderes de esclavos. Entre 1820 y 1840, principalmente, la mayoría de los esclavos enviados desde Benín eran oriundos de los reinos Yoruba. Los principales destinos a los que recalaron los supervivientes fueron Cuba y Brasil, en donde terminaron por trabajar en las plantaciones de azúcar. Las leyes españolas, a diferencia de otros países colonialistas, eran menos rígidas que, por ejemplo, las inglesas o las francesas, lo cual dio origen al mestizaje, lo que, a su vez, aunque poco, todo hay que decirlo, redundó en la concesión a los esclavos de algunos derechos, al menos en teoría, ya que la realidad resultaba ser bien diferente en la mayoría de las ocasiones. Entre otras cosas, lo esclavos de las colonias españolas tenían derecho a la propiedad privada, al matrimonio y a una relativa seguridad personal. Por descontado, esas mismas leyes exigían que los esclavos fueran bautizados en la fe católica como condición indispensable y paso previo a su entrada legal en las colonias, y de ser posible, sus nuevos amos, con el inestimable apoyo de la iglesia, serían los encargados de que abandonasen sus ritos paganos.
No hay duda de que la iglesia hizo lo posible y lo imposible por evangelizar a los negros Yoruba, pero no lo tuvieron nada fácil, pues los recién esclavizados, pese a los crueles castigos corporales que recibían, y los espirituales con los cuales eran amenazados en la otra vida, no estaban mucho por la labor que les imponían. ¿Qué peor infierno podía haber que la misma esclavitud a la cual eran sometidos? No podían comprender el por qué ni las razones de sus nuevos amos, que no solo pretendían desarraigarlos de sus tierras, separándolos de sus familias y destruyendo sus costumbres, si no que, además, pretendían que abandonasen sus dioses, sus ritos y sus creencias. Lejos de mostrarse efectivos, los métodos empleados por sus esclavizadores solo sirvieron para disfrazar la realidad de sus ritos. Los Yoruba comprendían y aceptaban lo que se les enseñaba acerca de Dios, pero no comprendían a aquel Dios que, predicando la paz y la hermandad, los condenaba a la esclavitud. Finalmente, se encontró un acuerdo que pareció satisfacer a ambos bandos: los esclavos parecieron aceptar exteriormente las enseñanzas y los ritos católicos, mientras mantenían su antigua religión, disfrazándola con la iconografía cristiana, mientras la iglesia decidió hacer la vista gorda, en vista de que los esclavos mostraban un fervor mayor aún que el de ellos mismos. Se habían vuelto, como se suele decir, más papistas que al Papa.
Ocultos tras el disfraz, y procedentes del mestizaje entre los ritos africanos y el catolicismo, surgieron una nueva generación de providencias, a medio camino entre las divinidades africanas y los santos católicos, a las que, por supuesto, también se las denomina santos, dando origen así a la adoración a estos, y cuyos ritos, para distanciarlos del catolicismo, se agrupan bajo la denominación de santería.
Como todo culto, la santería también cuenta con sus oficiantes, o para mejor entendernos, sus sacerdotes, los cuales son llamados santeros, y en un orden jerárquico tenemos también a los llamados Babalawos, Babalabos o Babalaos. Al igual que para llegar a ser sacerdote y ascender en el escalafón de la iglesia hay determinados ritos, con la santería pasa más o menos lo mismo, pues para llegar a ser santero hay que pasar por diversos rituales. En contraposición a los curas católicos, los cuales visten de negro, los santeros lo hacen totalmente de blanco, por lo cual es fácil identificarlos. Siguiendo con las comparaciones, a los sacerdotes se los identifica por su crucifijo, y a los santeros, por sus collares o pulseras en representación de su santo o santos, ya que un santero puede ser hijo, o lo que es lo mismo, estar bajo la advocación, de un solo santo o de varios de ellos. El babalawo, a su vez, es hijo de Orula, y tiene el poder de leer el destino a través del tablero de Ifá. Se puede ser ser babalawo sin ser santero, aunque, como se suele decir, la mayoría han sido cocineros antes que frailes, y es raro encontrar un Babalawo que no sea santero a la vez.


Interior del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, venerada indistintamente por católicos y seguidores de la santería.

Dentro ya del santoral, es preciso tener en cuenta que en la santería, a cada santo se lo identifica mediante sus propios colores y sus propios rituales, y así como cada uno tiene sus caminos, también posee sus atributos, que son diferentes de unos a otros. También pueden describirse como personalidades propias dentro del mundo inmaterial, y se les atribuyen características tanto humanas como divinas, las cuales conllevan sus propias contradicciones, e incluso, sus faltas o pecados, en tanto que portan cualidades semihumanas, pero siempre teniendo en cuenta que estamos hablando de dioses con sus propias creencias, ritos y mitología, por mediación de las cuales los hombres encuentran respuestas, entre otras, a aquellos fenómenos de la naturaleza a los cuales van asociados, pues no olvidemos que en realidad o en su trasfondo, se trata de espíritus de la naturaleza cuyos adeptos se vieron obligados a ocultarlos y disfrazarlos a la vista de la iglesia católica y que, en base a lo tratado anteriormente, debemos tener en cuenta que existe una correspondencia entre los santos de la santería y los santos católicos. San Lázaro, un santo mayor muy venerado por los santeros, viene a ser Babalú Ayé en la santería, cuyo nombre significa "padre del mundo". Su color suele ser el amarillo. Otro santo mayor es San Francisco de Asís, cuya denominación dentro del sincretismo es Orula, el cual reencarna la sabiduría y la posibilidad de influir sobre el destino, y cuyo color es el verde, aunque parece que pueden alternarlos. La patrona de Cuba, La Virgen de la Caridad del Cobre, responde a Oshún u Ochún. Venerada tanto por católicos como por seguidores de la santería, sin diferencia, es la personificación del amor y encarna la feminidad, con lo cual se la asocia, o reconoce, como el símbolo de la coquetería, la gracia y la sexualidad femeninas. Su color es el ámbar.


Detalle. Virgen de la Caridad del Cobre. Ochún para los seguidores de la santería

MITOLOGÍA
Se cree que, al menos un 70% de la población cubana y afrocubana es adepta a la santería, sin perjuicio del catolicismo, ya que ir a una iglesia a rezar a Santa Bárbara, es lo mismo que hacerlo a Changó, su alter ego en el sincretismo.
La mitología santera es rica y variada, no teniendo nada que envidiar a otras de tipo religioso, y, al estilo de Los Vedas, por citar alguna de las más conocidas, está plagada de batallas, amores, desamores, traiciones, etc.
Todo dio comienzo cuando Olofi se paseaba por el espacio infinito. A su alrededor todo era fuego, llamas y vapores. Pero, aburrido, decidió que era el momento de embellecer este sitio, y de paso, buscarse algo de compañía, y terminó descargando su fuerza de tal forma que ocasionó un diluvio, provocando a su vez el primer paso de la creación. Pero hubo partes sólidas que no dudaron en oponerse y luchar contra este ataque, quedando, como resultado, grandes huecos en las rocas, en los cuales terminó por formarse el océano, donde reside OLOKUN, deidad a la que nadie puede ver, y cuyas formas la mente humana no puede imaginar (Lo que nos retrotrae al universo Lovecraftiano). Mientras, en los lugares más accesibles del océano brotó Yemayá, adornada con sus algas, estrellas de mar, corales, peces de colores, coronada con Ochumare, el arco iris, y vibrando con sus colores azul y plata destellando a la luz. Se la declaró madre universal de todos los Orishas; de su vientre nacieron las estrelles y la luna. Este fue el segundo paso de la creación.
Olordumare, Obatalá, Olofi y Yemayá decidieron que el fuego, extinguido por algunos lugares, mientras que en otros estaba en pleno apogeo, fuera absorbido por las entrañas de la tierra, por el temido y venerado Aggayú Solá, en su representación del volcán y los misterios profundos. Mientras se apagaba el fuego, las cenizas se esparcieron por todas partes formando la tierra fértil, cuya representación es Orichaoko, que la fortaleció, y permitió cosechas y el nacimiento de los arboles, frutos y hierbas. Por sus bosques deambulaba Osain, con su sabiduría ancestral sobre las propiedades curativas de las hierbas, palos y maderas. Donde cayeron las cenizas, nacieron las ciénagas; de sus aguas estancadas surgieron las epidemias y enfermedades, personificada por Babalú Ayé, Sakpaná o Chapaná. Pero la creación no parecía tener vida, y Yemayá decidió darle venas a la tierra y creó los ríos, de agua dulce y potable, abonando la creación para cuando Olofi quisiera crear al ser humano. Así surgió Ochún la dueña de los ríos, del amor, de la fertilidad, de la sexualidad. Las dos se hermanaron en un lazo inseparable de incalculable riqueza. Obatalá, heredero de las órdenes dadas por Olofi, cuando decidió vivir detrás de Olorun, el sol, creó al ser humano. Y aquí comenzó el caos; Obatalá, tan limpio y puro comenzó a sufrir los desmanes de los hombre, los niños se limpiaban en él, el humo de los hornos lo ensuciaban, como él era el todo, le arrancaban tiras pensando que era hierba. Obstinado por toda la suciedad, se elevó, y se alojó entre las nubes y el azul celeste. Desde allí observó el comportamiento del ser humano, se dio cuenta que el mundo se poblaba desmesuradamente, al no existir la muerte, decidió crearla, como había creado a los demás Orishas llamándola Ikú.
(Bibliografía: LOS ORISHAS EN CUBA. Natalia Bolívar Aróstegui, Ediciones Unión, La Habana 1990)
Espero que hayan disfrutado hoy. Mañana tendremos un nuevo post con interesantes noticias e imágenes. Hasta entonces, diviértanse.
Gracias por seguirnos.

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